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Un día con Rodrigo González

Ildefonso López/Subterráneos

Fotografía de la colección de Francisco Acevedo


Puerto Escondido, Oaxaca; 20 septiembre 2021. Al inicio de la década de los 80, aparecieron ciertos discos claves y solistas en la escena mexicana, que venía caminando entre el Canto Nuevo y el Rock, como es el caso del disco de Sesiones con Emilia, los cuales se convirtieron en el andamiaje para una nueva generación, músicos vinculados a la poesía y sus recursos estilísticos, dándole un giro de frescura a las canciones que proponían, más tarde se convirtió en el movimiento Rupestre que fue conformado por las mejores plumas que existían en ese momento, encabezados por Rodrigo González y sus compañeros de andanzas.


La primera vez que escuché a Rodrigo González, fue en el otrora programa “La Noche de un día difícil” que conducía Alain Derbez y Enrique Velasco en Radio Educación, dos canciones fueron suficientes para quedar cautivado; “Metro Balderas” y “Ratas”, las cuales pude grabar para compartirlas con los amigos. Las comparaciones no cesaban, que si era nuestra versión mexicana de Bob Dylan, — ¡No, a mi me suena a Neil Young! Siempre buscando similitudes, no comprendíamos de que era simplemente Rodrigo González, nacionalizando el rock mexicano.


Con la información que se dio en el programa “La Noche de un día difícil”, supe donde se le podía escuchar y adquirir de propia mano su primera grabación en casete, en la primera oportunidad estaba subiendo las reducidas escaleras que conducían al Wendys Pup, muy cerca del Metro Insurgentes.


La noche la abrió el grupo “Dama” con el Rodrigo Levario en la Guitarra, Juan Salcedo en la Batería y en el bajo el Bolillo, tocaron los covers de la época, continuó Living Souls con Mariano Soto, Juan, Soto y Ricardo Blues, que actualmente deberán de estar palomeando con Rodrigo González, por cierto se hacían acompañar de Rafael Salgado el “WEA” en las armónicas.


Cerraba la noche Rodrigo González, ya tenía un público cautivo que iba escucharlo de manera frecuente y se sabían las canciones, había diálogos, por cada petición Rodrigo albureaba, se mofaba, improvisaba, las palabras brotaban de su interior como si fuera un grifo, bastaba provocarlo con una palabra, para que improvisaba algunos versos.


Rodrigo González inaugura un nuevo discurso en la lírica del rock mexicano rompiendo el paradigma acerca de que si el rock se tenía que hacer inglés, a pesar de que ya se hacía rock en español desde finales de los años 50.


Los grupos de la clase media seguían componiendo en inglés reflejando su contexto donde se vivía otra realidad. La ciudad de México era el principal semillero de bandas de Rock, de todo el país y había una notaria diferencia entre el norte y el sur, en el norte el hoyo funkie de los obreros, de los jóvenes del campo que migraban a la ciudad, en el sur el México moderno, Rodrigo González estaba en medio, como un vaso comunicante.

Fotografía de Roberto Ponce


Cuando se integra a Qual la banda de Fausto Arrellin, empiezan tocar en algunos hoyos y en diferentes foros de la Ciudad de México y en una ocasión en la Universidad de Guadalajara, y sin duda los casetes que se grababan en sus presentaciones se vendía en el Chopo, contribuyeron en mucho a su popularidad. Se hace necesario reconocer a gente como, José Agustín, Jorge Pantoja, Roberto Ponce, Alain Derbez, Enrique Velasco y él cineasta Sergio García, que fueron sus principales promotores, permitió que muchos conociéramos al Rodrigo, y a la vez ser difusores de su obra con los amigos.


Hasta que llegó el trágico 19 de septiembre de 1985, la noticia de su muerte llegó por televisión a toda la Republica Mexicana, La Jornada y la Revista Proceso, le dedicaron páginas completas, escritas por gente que lo conocían de verdad, (Roberto Ponce, José Agustín entre otros), las revistas Conecte y Banda Rokera hicieron lo suyo.


Con su muerte su fama creció por todo México, y esto trajo consigo una serie de homenajes sobre todo de sus amigos los Rupestres y no rupestres.


El efecto Rockdrigo fue inspirador para muchos jóvenes que se dieron cuenta que solo bastaba una “guitarra de palo” y la agudeza para contar sus vivencias, para salir a rodar por cualquier ciudad, cantar sus vivencias pronto estos cantantes errantes llegaban a las tocadas, se subían al escenario y la gente empezaba a conocer sus canciones, así nacieron muchos músicos con la temática urbana, que pronto se convertiría en un género, el “urbano”, del cual solo les quedó la etiqueta, porque muy lejos quedó esa forma tan cándida de rebeldía en las líricas, para convertirlas en simples baladas.


Agradecimiento especial a Fausto Arrellín por haber proporcionado las fotos.


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