Subterráneos / Ildefonso López

Arma fue la primera banda de rock oaxaqueño cuyo repertorio estaba compuesto por rolas originales
Puerto Escondido, Oaxaca a 5 de febrero del 2025: Rodolfo, y su banda de rock: “Arma”, la escuché por primera vez, en el verano del 83, en una tocada en la periferia de la ciudad de Oaxaca. Recuerdo ese evento con claridad, sobre todo porque dos profesores norteños con los que entablé comunicación. El escenario era rudimentario, compuesto por madera y sobre tambos de 200 litros, parte del equipo de audio lo trajo Jorge Fernández músico de profesión que apoyaba el rock.
Lo que me sorprendió de inmediato fue el estilo de Rodolfo, a diferencia del rock oaxaqueño de esos tiempos, que se dividía entre el heavy metal y el rock que arrastraba influencias de los años 70, Rodolfo estaba en medio, tenía formación musical sólida y una narrativa contracultural con una conexión con la vida cotidiana, con las calles, que lo alejaba del convencionalismo musical, mi curiosidad me llevó a preguntar quién era, pero solo recibí una respuesta vaga: “Viene de la frontera norte”. Desde entonces, caminaba bajo ese halo de misterio que lo hacía aún más atractivo.
Posteriormente lo volví a escuchar, en un evento organizado por la “Asociación de Trabajadores del Arte y la Cultura de Oaxaca”, donde el aliviadísimo, Manolo Gómez se encargó de presentar a la banda: Iniciaron abriendo su presentación con un fragmento de “Metal Health” de Quiet Riot, lo que indicaba que sus músicos se inclinaban más por el heavy metal, que estaba en auge, que por el rhythm and blues que había marcado a otras bandas como “Three Souls in My Mind”. Durante ese concierto, no faltó quien lo bautizó como el “Trisol”, debido a su estilo peculiar de cantar.
Uno de los momentos más impactantes fue cuando interpretaron una canción llamada “Qué onda, vatos”, una historia de un joven que roba una cartera y es perseguido por la policía, un tema que aborda la marginalidad, las persecuciones y la vida de la calle era algo que no se escuchaba. Rodolfo traía una narrativa contracultural.
Otra de las canciones que me marcó fue la que iniciaba con la intro de la clásica “Escalera al cielo”, de Led Zeppelin. Le comenté que sonaba igual a esa canción y él, con una sonrisa, me respondió: “Es mía, así es”. Dejando atrás la intro, lo que vino después fue lo mejor de la noche: una canción que hablaba del deterioro del planeta, titulada “Mi última alucinación ”. Sus versos decían: “La tierra está enferma, la tierra puede morir, la tierra tiene cáncer”. Para ese entonces, hablar de temas como el ecologismo y el futuro del planeta, narrativa extraña para adolescentes que a lo más que habían llegado era leer “La Tumba”, de José Agustín.
Con el tiempo, su popularidad creció, especialmente en los barrios periféricos de la ciudad, donde se encontraba su base de seguidores: adolescentes, estudiantes y obreros, en su mayoría hombres. A pesar de las transformaciones musicales, Rodolfo mantuvo su esencia y su autenticidad. En 1986, su banda se presentó en el auditorio Guelaguetza, en un gran festival donde lograron impactar al público, tanto visual como musicalmente. Para ese momento, Pedro Marmolejo, un músico ya consagrado, se había unido a la banda como guitarrista, esa fue la última vez que vi a Rodolfo con banda.
Dos años después lo volví a ver en el Tianguis del Chopo, con su guitarra en mano, lo presenté a mis amigos y tocó algunas canciones. Pasaron 10 años para volver a en contralo, esta vez en la Escuelita, una cervecería de precios accesibles para estudiantes en la ciudad de Oaxaca. Esa tarde estuvo llena de recuerdos y de buena música, junto a Fortino Torrentera.
El último encuentro fue en1997, en el Centro Cultural Ricardo Flores Magón, en el andador turístico de Oaxaca, donde estaba a punto de empezar una tocada de la banda “El Cuervo”, cuando apareció como si fuera Don Juan Matus, le pedí que subiera a tocar, aceptó y con amabilidad, los músicos del “Cuervo” lo acompañaron, pero su presencia en el escenario incomodó a doña Estela, la mamá del líder de la banda, Javier Araujo (+), quien me pidió amablemente que bajara del escenario. Unos años después me entere que había iniciado un viaje a Júpiter.
Rodolfo Arma fue, sin duda, un músico que representó a la contracultura, y las luchas sociales, su música no solo reflejaba las carencias y dificultades de ser joven, sino también las esperanzas y sueños de aquellos que se sentían parte de la marginalidad. A través de su estilo único, logró conectar con aquellos que compartían su visión de la vida, convirtiéndose una leyenda.
De su legado hasta el momento, solo existe una fotografía y un casete de un en ensayo que Rodolfo dejo en manos de Martin Sánchez (+), la digitalización y la preservación Marco Aurelio Mora.
Para abonar más a la misteriosa figura de Rodolfo y su proyecto musical, dejo una serie de canciones grabadas en un solo cassette y que después de permanecer guardado por más de tres décadas fue finalmente digitalizado y publicado en el primer episodio del Podcast Páramo Adolescente donde se muestra la música de Rodolfo. Si les interesa saber cómo sonaba Arma les dejo el enlace que además está disponible en todas las plataformas digitales.
https://open.spotify.com/episode/3BLkr44oj48lwkYo4cNTEf?si=ykWPIbFHSZ2-C5ZRnqhIXQ
Efectivamente, Rodolfo o Ruidolfo como le llamábamos la banda, fue un verdadero rock star oaxaqueño, recuerdo cuando a su primer concierto llegó con su papá en un auto muy apantallador, creo que era un cadillac y él se bajó enfundado con una gabardina negra y botas; Todos nos quedamos pasmados.
Fue un cantante, músico y compositor iconoclasta, que traía unos viajes muy astrales, a tal grado que estuvo dos veces en el "manicure" y la segunda vez que salió, me visitó para dejarme una pieza sinfónica escrita a mano para orquesta, unas semanas después falleció.
Salve oh Rodolfo, doquiera que estés.