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Agentes de cambio, de Puebla a El Salvador

Hugo Cabrera/Subterráneos

Mario regresa a su país natal: El Salvador, después de habitar en Puebla durante tres años, estudiar y asimilar nuestras costumbres, como parte del programa Jóvenes Promesas

Puebla, Puebla; 04 de agosto de 2021. Mario es un joven de 19 años que se prepara para regresar a El Salvador en los próximos días, integró, junto a otros 10 compañeros, el programa “jóvenes promesas”, diseñado por las organizaciones Puente Ciudadano, CIDE, Fé y Alegría, auspiciado por diversas organizaciones, entre ellas la Deutsche Gesellschat narbeit (GIZ). Estuvo viviendo durante tres años con una “familia de acogida”, en donde fue tutorado para cuidar estudios y su salud.


“Cuando sales del lugar donde estás por mucho tiempo, te das cuenta de todas las limitaciones mentales y sociales en las que vives, por ejemplo, salir libremente por las calles, pasear, tomarte tus tiempos de ocio, visitar a los amigos. Allá casi no salía con los amigos, vivían en lugares en los cuales casi no podía ir, entonces cuando me decían aquí en mi casa de acogida, ‘ve con tus amigos, no pasa nada’, fui haciéndolo y comprobé que efectivamente: no pasaba nada. Entonces cuando llegué aquí, me di cuenta de cosas que en El Salvador damos por normalizadas, los jóvenes no deberíamos hacerlo así. Fue la primera barrera que vencí y me di cuenta que mis amigos en El Salvador no lo vivirían como yo.”


“Para venir acá me costó convencer a mi madre. Yo mismo tenía temor de venir a otro país. Me costó decidir, aunque yo sabía que lo quería. Mi familia tenía mucho temor, por lo que se dice de México, el ‘Chapo’, los secuestros, la violencia. Entre las cosas que más me costaron, fue la hora de la comida. El momento que compartimos en El Salvador, era la cena, ya que mi madre trabajaba todo el día. La mayor parte del tiempo la pasaba con hermana o abuelita, y no solía platicar en la comida, así como lo hacen en México. Llegó acá y cada vez que llegaba de la escuela mi tutora me decía ‘siéntate’. Nosotros para demostrar agradecimiento, tratamos de ayudar, y ella me decía ‘debes estar cansado, siéntate’. Entonces yo trataba de ayudar y cuando me sentaba y me preguntaba ‘cómo te fue en el día’, simplemente decía ‘bien’, era muy cortante. No estaba acostumbrado a platicar, y me costó entender que aquí la gente platica mucho a la hora de la comida y que la gente cuando quiere agradecer algo, te da comida. Aquí en México es muy importante platicar a la hora de la comida, dura mucho tiempo, eso me costó mucho aprender”.


“En cuestión de cultura, noto que el orgullo mexicano, en buen sentido, es algo que le falta a nuestros países. Me generaba conflicto, a donde sea que vayas, la gente te dice que cosas que ves o te muestran, solo las hay en México. Es un sentido de orgullo y de autenticidad que tienen por su territorio. En El Salvador no se da mucho, hay patriotismo, pero de otro modo, aquí hay mucho orgullo por su cultura. En el ámbito académico, la diversidad que tienen, desde bachillerato ya te puedes perfilar a algún oficio o profesión, y aquí lo puedes decidir desde los 16 o 17 años. En El Salvador no hay esa posibilidad”.


Mario dice no comprender aún, como la convivencia con sus compañeros de Guatemala y Honduras, terminará, “de algún modo seguiremos conectados”, comenta: “Voy a regresar a El Salvador, estaré ahí un mes, porque el programa especifica que hay que regresar a nuestros países. Ya pude inscribirme aquí en Puebla en una universidad. Regresaré y voy a estudiar sistemas computacionales. Ahora tengo muy claro lo que quiero, estoy decidido a estudiar y trabajar para viajar y conocer el mundo”.


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